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Me avergonzaba de mí cada vez que me veía en el espejo


Me avergonzaba cada que salía  a la calle y sentía la mirada de los demás sobre mi.

Me avergonzaba cada vez que tomaba una foto y las revisaba y no había ninguna de mi agrado.

Me avergonzaba cada que usaba shorts, blusa de manga corta y traje de baño, porque mis imperfecciones eran las sobresalientes.

Me avergonzaba al llegar a las reuniones o fiestas, no me sentía a la altura.

Me avergonzaba tomarme una foto de alguien perfectamente delgada.

Me avergonzaba comer delante de otros, pues mi mente era una maquina de ideas contra mi misma.

Me avergonzaba no creer en mi misma.

Me avergonzaba de verme como otros me veían

Me avergonzaba tomar decisiones.

Me avergonzaba el creer que alguien se fijaría en mi, no era posible ¿en mi?.

Me avergonzaba al ir a las entrevistas de trabajo.

Mas de una vez me sentí avergonzada, rechazada, sucia, perdedora, sin valor

pero todo se encontraba en mi mente, quité el candado que no me permitía

verme amada, agradecida con la vida disfrutando de cada momento,

creyendo en mi.

Hasta que comencé a verme con una lupa diferente, aquella lupa que me permitía

verme hermosa, poderosa, inteligente, ágil, bonita y simpática, aquella lupa que me

dejo ser quien realmente soy sin miedo a tus comentarios o a vivir, esta vez solo me

importa a mi. A verme a través de los ojos del amor, de mi propio amor.

 Ya no hay más vergüenza en mi.


Texto por Alejandra Hernández Bustos

 
 
 

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